martes, 18 de enero de 2011

La mujer alta


Publicado en 1882 en La Ilustración Artística, y en el mismo año recogido en la antología  Narraciones Inverosímiles.
Es uno de los mejores relatos de terror, si no el mejor, de los escritos en España. En cualquier caso es una obra maestra. Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891) consigue una narración poderosa, extrañamente sórdida y opresiva, desesperanzada, con algo de alucinación y a la vez solidamente anclada en un ambiente realista. El escritor accitano consiguió transmitir muy bien el terror pánico del narrador ante la mujer alta. Miedo que tiene profundas implicaciones simbólicas.

Una fascinación añadida del relato es que es una ventana abierta al Madrid de la mitad del siglo XIX, con serenos, telégrafo y casas de juego ilegales donde se firmaban pagarés a lápiz.

Me gustaría extenderme un poco sobre esto. Edgard Allan Poe, aparte de su indiscutible genio, no consignó apenas los detalles de su época en sus relatos. En algunos casos porque ocurren en el ambiente enrarecido y algo estereotipado de la tradición gótica. Pero en otros, como "El extraño caso del Señor Valdemar" que es un cuento ambientado en la contemporaneidad de Poe, este somete al cuento (una obra maestra absoluta, por otro lado) a una estilización intensa, en pro del efecto terrorífico, lo que acarrea que el color decimonónico quede reducido a la mínima expresión.


Tenemos en cambio otro relato (casi tan magistral) de aquel al que se llamó sucesor de Poe, Fitz-James O'Brien. Hablo de "¿Que era eso?" el relato que Lovecraft sugería había quizás influido en "El Horla" de Maupassant. En dicho relato tenemos, aparte de los placeres de la inquietud, los que proporciona una fascinante visión sobre como era la vida de los Estados Unidos de America a mediados del XIX.  Esto es lo que hace Alarcón, aparte de transmitir magnificamente miedo y angustia, en "La mujer alta": enraizar con precisión y vigor su historia en un ambiente histórico y geográfico determinado, dotando de exquisita verosimilitud al relato. De hecho es posible hoy en día seguir el deambular y las carreras aterrorizadas de Teobaldo, el protagonista, por calles de Madrid que todavía existen. Lo único que hay que tener en cuenta es que la calle del Lobo se llama hoy en día Echegaray.

Quizás alguna noche, y pese a no ser la zona más recomendable, (como no lo era ya en la decada de los cincuenta del siglo XIX) reviva el itinerario literario de Teobaldo. Y quizás alguna de las meretrices que tanto abundan en la zona fije en mí una mirada burlona y despiadada. Y yo veré en ella, por unos segundos, a la mujer alta, ese símbolo inmisericorde del destino más cruel, que Alarcón legó para la posteridad en su finca de Valdemoro, un 25 de agosto de 1881. Un día que casi noventa años después sería el de mi nacimiento.


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