miércoles, 24 de octubre de 2012

Smith & Ramírez, S. A.




Gran aportación española al género de las distopías o utopías negativas. Relato largo, o quizás mejor novela corta que constituye el componente principal del libro de relatos del mismo título, publicado por Alonso Zamora Vicente (1916-2006) en el año 57 en la editorial Castalia y reditado por el Círculo de Lectores en el año 1986. Uno de esos raros libros de la época franquista (pero ni mucho menos el único) que contienen narraciones fantásticas.

La vida en una ciudad ignota, vagamente española, vagamente extranjera, gira en torno a unos inmensos grandes almacenes, siempre "al servicio del cliente". En sus aglomeraciones la cuidadora Ana Falk va a perder a su pupila, Ketita, que acabará en el ignoto "Departamento de Niños Perdidos". Comenzaran así las infructuosas diligencias de la mujer por recuperar a la niña, enfrentada a la dirección kafkiana de los grandes almacenes, que poco a poco irá revelando un carácter más siniestro que el de mera entidad mercantil.

Relato indiscutiblemente angustioso, por supuesto bajo la gran sombra de Franz Kafka, en donde el ilustre académico tuvo el valor y la astucia de ir dejando sutiles pistas sobre la naturaleza de su antiutopía. Aunque los grandes almacenes "Smith & Ramírez S.A." presentan rasgos de la Alemania Nazi, aunque pueda ser leído como una crítica del consumismo, presenta rasgos evidentes de que Zamora Vicente tenía principalmente en mente su propia circustancia, el Estado Nacional Católico que resulta tras la guerra civil. Dicha identificación no se expone de modo claro, sino a través de pistas escasas y disimuladas, sin duda para escapar a la censura. A saber: se da importancia a las procesiones. Se tiene en cuenta el santoral para determinadas festividades. Se propone como lecturas obligatorias a los niños secuestrados libros de acendrado catolicismo como "La gaviota" de Fernán Caballero.

Por otro lado, quizás no peco de excesivamente audaz si interpreto la ordalía de los niños encerrados en los grandes almacenes como una plasmación alegórica de la situación de los múltiples huérfanos causados por la guerra civil y la represión de la posguerra, recluidos en lugares duros e inhóspitos como eran los centros de "Auxilio Social", instituciones que con el advenimiento de la democracia mostraría con crudeza, y ya no por medios alegóricos el gran narrador y dibujante Carlos Giménez en su ciclo de historietas "Paracuellos". En el prólogo a la redición del "Círculo" Don Alonso da como subtexto de su relato no esa circustancia concreta sino una más genérica (transcribo): "Nuestra sociedad era un monumental Departamento de Niños Perdidos, un gigantesco campo de concentración, donde el Estado providente, con zurda sabiduria e impresionante pedancia, pretendía resolver todas nuestras necesidades". Queda claro por tanto que si Zamiatin se refería al Estado Soviético con "Nosotros" Zamora Vicente se refería, de manera tangencial y astuta, (no es lo mismo publicar en el exilio que en el territorio gobernado por la dictadura) al franquismo.

Texto indiscutiblemente poderoso, más que digna aportación española, repito, al género de la antiutopía moderna, escrito con la claridad y precisión de un experto en palabras como fue el filólogo madrileño.

jueves, 18 de octubre de 2012

El caballero de las botas azules



Una de las escasas novelas del siglo XIX español que es de carácter fantástico. Escrita por Rosalía de Castro (1837-1885) y publicada en Lugo en 1867.

Sin apasionarme, me ha agradado. Es una curiosa mezcla de lo sobrenatural, lo alegórico y la satira social. Está narrada con garbo, y aunque la trama no sea absorbente, la rareza impera en ella de cabo a rabo, y sabido es, que como dijo Poe, "lo extraño es uno de los elementos de lo bello".

Un escritor hastiado del éxito en vida, aspira a la inmortalidad que da la posteridad. Se le aparecera su musa, una deidad burlona y enigmática que le propone transformarle en un ser extraño y casi omnisciente, dotado de unas botas azules, translucidas y fascinadoras, que causarán furor en el Madrid isabelino (la novela fue publicada en Lugo en 1867, un año antes de "la gloriosa").

Así, el duque de la Gloria aparece como una bomba en medio de la aristocracia de la época, y parece dotado del extraño don de explotar las debilidades de aquellos con los que se enfrenta, con una función que a ratos es moralizadora, y en otras, puramente gratuita.

Uno de los encantos de la novela son los diversos escenarios, algunos de cierto carácter gótico (la corredera del perro, próxima al cementerio, donde la desgraciada Mariquita, enfrentada a un matriomonio que no desea, pide al destino que le entierren viva ) y los salones y jardines del señor de la Albuérniga. La prosa de Rosalía es imperfecta, algo retórica a veces, pero en general viva y sobre todo con el sello de una originalidad profunda, que la mayor parte de los escritores nunca alcanzan, porque no es algo que se pueda aprender, se tiene o no se tiene. Los diálogos son animados, dentro de la proverbial verbosidad decimonónica. La moral de los diversos episodios se expresa con prontitud y sin arruinar el relato (como en cambio sucede en las novelas de otra mujer del XIX español, Fernán Caballero, que lo tenía todo para ser una gran novelista, salvo su horrendo afán de moralizar).

Rarísima "avis" en nuestra literatura, quizás solo superada en rareza dentro del XIX por la novela "El Doctor Lañuela" de Antonio de Ros de Olano.

¿Que quiso decir Rosalía con su libro, más allá de lo evidente, que la literatura de su época era mala, y que las mujeres de la aristocracia estaban corrompidas, y que el quiero y no puedo de la clase media era algo ridículo? (Esto último lo trató maravillosamente un novelista de mayor talento, Galdós, en su novela "Misericordia").

Algunos estudiosos han querido ver, no se si cegados por el patriotismo hispano o galaico, en esta novela un precedente de lo que será la revolución kafkiana, una alegoría de la que el sentido ha desaparecido, y solo queda el símbolo sin significado claro. Puede ser. Para mí, lo que la escritora gallega quiere decir es, que en una sociedad sin Dios, (o sin principios morales sólidos, pues de esta novela Dios está ausente totalmente, gracias a Dios) en una sociedad así, como decía Chesterton, se acaba creyendo en cualquier cosa. En este caso, en la cualidad trascendente de unas botas azules. La descripción del citado calzado, por cierto, le hace preguntarse a uno si Rosalía, con la cualidad de visionaria que proporciona el don poético genuino, previó la llegada del plástico.


 







 

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