sábado, 26 de marzo de 2011

Más allá de la muerte



Escrito por Noel Clarasó (1899-1985). Es uno de los cuentos de su libro "¡Miedo!" (1948).

Extraordinario cuento de fantasmas, clásico y sencillo en la forma, y de profundas implicaciones para quien quiera leer entre líneas. No entraré en el meollo del asunto con típicas interpretaciones de psicologismo barato para no arruinar el placer lector de quien quiera hacerlo. Se puede encontrar, aparte de en el libro al que pertenece, en la ya mencionada muchas veces "Antología española de literatura fantástica" de la editorial Valdemar.

Clarasó, que cultivó el humorismo como Fernández Flórez, parece ser que nunca introdujo el humor en sus cuentos de lo sobrenatural. Para él, lo sobrenatural literario debe aspirar a sobrecoger. Fernández Flórez siguió ese consejo en algunos casos (por ejemplo los dos cuentos suyos que ya he comentado) pero otras veces mezcló el horror y el humor. El autor catalán que nos ocupa tiene una visión más clásica del asunto. Aunque hay que decir que aquí lo que predomina es el sentimiento de tragedia, de lo sobrenatural como vehículo de lo inevitable.

El relato ocurre, aparte de un par de escenas en Barcelona, principalmente en la localidad leridana de Salardú. Sin embargo Clarasó prescinde de cualquier localismo, de cualquier expresión en aranés por ejemplo, y se limita a algunas breves referencias geográficas a la zona pirenaica en cuestión: Beciberri, Artíes. Hay un afán de pureza expositiva, de atemporalidad. El relato es original y potente, a la altura de los grandes cultivadores anglosajones del género. Si todos los cuentos de "Miedo" tienen esta calidad, o similar, el libro del Sr. Clarasó merecería una redición.


Por estos escenarios pirenaicos, y en esa época de las postales sepias, ocurren los sobrecogedores acontecimientos del relato de Noel Clarasó.

viernes, 25 de marzo de 2011

Gaspar Blondin


Escrito por Juan Montalvo (1832-1889) en agosto de 1858, publicado en la revista El Cosmopolita, Quito, 1867, redactada integramente por el autor ecuatoriano.

Se puede leer aquí: http://www.utpa.edu/faculty/jmmartinez/Cuentos/cuemongaspar.pdf
El origen y circustancias del texto nos las enuncia así el propio Montalvo: "He vuelto al castellano este primer cuento de una serie que escribí en francés, en París, bajo el influjo de una larga calentura. Cosas compuestas en la cama por un delirante, deben tenerse antes por sueños." Reconozco que la primera vez que leí este relato no me impresionó favorablemente. Un batiburrillo bastante apretado de tópicos de la imaginación macraba, quizás influido por "los frenéticos" de la literatura francesa.

Posteriormente me ha parecido un texto muy interesante, con frases que parecen prefigurar el nihilismo cósmico de Thomas Ligotti, pero sumándole un romanticismo desaforado en una mezcla de lo más estimulante. Así: "¡Angélica de mi alma!, las estrellas no son sino asquerosos insectos que roen la bóveda celeste".

Creo que Montalvo hizo bien en conservar el estilo "afiebrado", confuso de la redacción original en el lecho de las alucinaciones. Da un poder especial a este relato en donde mucho se dice, pero más se intuye; un mundo de perversión en donde es la imaginación del lector quien tiende tenebrosos lazos entre los brumosos elementos de la historia.

Otro encanto adicional del relato es el uso de algún término del castellano de América, y en particular de Ecuador: tambo por posada, alojero (me imagino que tabernero, el que sirve o vende aloja). En cualquier caso, nada comparable al sufrimiento de leer "María" de Jorge Isaacs, con la plétora de expresiones propias del castellano de Colombia.

Dicen que es el primer relato de terror escrito en la literatura hispanoamericana. Mucho me parece decir eso, teniendo en cuenta que es de fecha relativamente tardía. Por de pronto tenemos el "Manuscrito encontrado en una casa de locos" escrito por el autor cubano José María de Heredia en 1832, que parece ser que es un cuento de horror. Sin embargo, siempre ha sido cuestión muy polémica la autoría de Heredia de estos cuentos, ya que algunos defienden que son traducciones, aunque no se han encontrado los supuestos textos originales.

lunes, 21 de marzo de 2011

Lanchitas



Escrito por José María Roa Barcena (1827-1908). Publicado en 1878 en el libro del mismo título. Leído en la "Antología crítica  del cuento hispanoamericano del siglo XIX" de José Miguel Oviedo, Alianza Editorial, Madrid 1989.

Se puede leer aquí:
www.utpa.edu/faculty/jmmartinez/Cuentos/cueroalanchitas.pdf

Se le llamó el Poe mexicano, porque cultivó los temas de misterio y suspenso.

"Lanchitas" es un relato de lo sobrenatural, que parece basarse en una leyenda urbana que corría por la ciudad de México.
Narrado con prosa muy elegante, con indiscutible maestría, narra el sucedido que va a transformar al cura protagonista, Lanzas, de sacerdote ilustrado a "pobre de espíritu" y por lo tanto bienaventurado, según los Evangelios.
Es un relato de curiosa novedad. Siendo un relato de supuesto aparecido con presunta intervención divina corría por tanto el peligro de convertirse en mera crónica milagrera, pero el jalapeño evita, con sobriedad y sentido del misterio cualquier atisbo del empalago propio de cierta literatura hagiográfica de la época. La certidumbre de lo sobrenatural la proporciona un detalle de exquisita simplicidad: el encuentro con un pañuelo abandonado.

Surge en segunda y tercera lecturas varias ambiguedades: una, en conexión con lo anterior; el ámbito del milagro presenta una extraña pátina de sordidez, y en el sudodicho pañuelo no se encuentran precisamente las rosas de Juan Diego y la Virgen de Guadalupe. Lo que hay es el polvo de los siglos y de la muerte, así como el tufo a estancia clausurada durante años. Consideremos también la supuesta potencia angélica que sirve de cicerone al Padre Lanzas, a la que se describe como "una vieja miserablemente vestida".  Roa Barcena, hombre creyente y conservador, supo sin embargo, como artista genuino que era, mostrar el mundo cerrado y axfisiante del catolicismo en su manifestaciones más lóbregas

 Otra ambigüedad es sobre el efecto que lo divino tiene en el protagonista. Hay la lectura, sin duda la explícita en el relato, de que  Lanzas se convierte en Lanchitas y abandona cualquier pretensión de conocimiento y se sumerge en la acción caritativa. Pero se podría entender, y ahí algún apunte en el texto, que el golpe de lo sobrenatural es tan brutal que lo reduce a un bondadoso estado de simpleza, cercana al retraso mental. Lanchitas salvaría el alma, que quizás iba por mal camino en su vida de cura ilustrado, relajado y jugador, pero a costa de mostrar, en su vida terrenal posterior, "la huella de la garra de Dios", como dijo Baudelaire.


La plaza del Zócalo, en los años veinte o treinta del siglo XIX, que es cuando Roa Barcenas ubica su historia.
Enfrente del palacio  se encuentra el mercado del Parián, demolido en 1843.

martes, 15 de marzo de 2011

Quien escucha su mal oye


Escrito por Juana Manuela Gorriti (1818-1896). Publicado en la colección de cuentos "Sueños y realidades" (1865). Subtitulado "Confidencia de una confidencia". Se puede leer en la red en su integridad, en Google Libros, "Fundadores del cuento fantástico hispanoamericano: antología comentada" de Oscar Hahn. Yo le he leído en "Antología del cuento hispanoamericano del Siglo XIX", selección de Jose Miguel Oviedo, en Alianza.

Hay relatos que no son obras maestras ni de composición ni de invención. Pero su misterio es tan intenso, su ambiguedad tan marcada, que actúan como un agujero negro espiritual, absorbiendo las obsesiones e inquietudes de lector, reordenandolas en un nuevo y sorpredente equilibrio, que no es que dé respuestas, pero suscita nuevas preguntas, más lejos todavía de toda certidumbre.

Es el caso de este relato de la Sra. Gorriti, a la que quizás habría que dar el título de abuela de la literatura fantástica argentina, si damos el título de padre a Lugones. No una gran prosista pero si una imaginación poderosa y original sería mi evaluación, con todas las prevenciones que tal consideración merece, habiendo leído uno solo de sus relatos.

Este cuento, en su brevedad, presenta la famosa "estructura Potocki" de cajas chinas: tenemos a una narradora en primera persona, acompañada de una misteriosa y fantasmal "bella Cristina" que aparece al final; tenemos al narrador masculino de la historia principal, revolucionario que aquí adquiere una posición pasiva y "voyeurista". Tenemos el relato del negro Juan, cuya relación con la trama principal queda al arbitrio interpretativo del lector y que algunos ignoran como un simple excurso narrativo, aunque José Miguel Oviedo opina que es lo que da carácter alucinatorio al relato. Tenemos el relato de todo lo que ocurre en la habitación de "la excéntrica" y tenemos el relato extraño y mágico en su brevedad que narra el vidente Samuel bajo la influencia mesmérica del personaje femenino...
Todo eso en unas pocas páginas, unificado por una intención oculta y misteriosa que nunca quedará clara, y que hay que suponer que era el subcosciente de la Sra. Gorriti.

En mi lectura, este relato trata sobre la literatura fantástica. El narrador voyeurista, con su agujerillo con el que se asoma a un mundo extraño, es el lector de lo fantástico, movido por historias y estímulos ascentrales (las canciones que se oyen, el relato del negro Juan). Lo que ve en la habitación de la excéntrica es el mundo de los relatos fantásticos, puesto que lo que atisba es una operación mediumnica (como todo gran relato de lo sobrenatural) y lo que oye un relato que ocurre en un barco (el mar, símbolo de lo incosciente colectivo y de la fuente de los mitos y los arquetipos). Lo que obtiene no es mayor sabiduría, sino una pasión arrebatadora por los sueños, simbolizada por su amor imposible. Sin embargo, hay en el conspirador algo sano y enérgico que le lleva a escapar a esta vida contemplativa de los fantasmas (llámese cinefilia, bibliofilia, internetfilia o lo que quieran) y hundirse de hoz y coz en la acción revolucionaria.

¿Quizás la primera obra maestra de una de las literaturas nacionales de lo fantástico más importantes? Sería cuestión digna de consideración.

miércoles, 9 de marzo de 2011

La gabardina


Escrito por Max Aub (1903-1972). Publicado en su colección de relatos Ciertos cuentos, de 1955. Lo he leído en la Antología española de la literatura fantástica de la Editorial Valdemar.

Al poco de comenzar este relato vi que me volvía a enfrentar a esa historia de la mujer misteriosa que el protagonista encuentra en el baile, que parece ser parte del acervo mítico y macabro de muchas ciudades, y que en el caso de Madrid ya le diera elegante forma literaria Pedro de Répide (vease la tercera entrada de esta página, en el año 2010).

El relato de Don Pedro es superior en forma al de Aub. Sin embargo, este último supo dar un mayor calado humano a la historia. El argumento sobrenatural se conserva, pero es Arturo el protagonista sobre quien recae aquí el peso de la tragedia, de una tragedia más callada, en el fondo más triste que la historia original. Aub tejió sutilmente nuevos mimbres en la vieja leyenda urbana, hasta crear algo más humilde y cotidiano, que bien hubiera podido denominarse "la necrofilía del tímido". Como buen escritor de realismo psicológico Don Max nos proporciona suficientes antecedentes de la crianza de Arturo para entender mejor el melancólico culto que acaba siendo su vida.

Muchos, entre los que me encuentro, han creído en el origen madrileño de la historia, en  concreto en la supuesta experiencia de un diplomático extranjero en un baile de salón que tuvo lugar en la Villa y Corte, a mediados del XIX. Ahora bien, parece ser que una historia semejante existe en otras ciudades del mundo. Atribuirle su comienzo en Madrid sin más constataciones sería algo atrevido. Cuando lo que vemos aquí, en la historia de la mujer que está en el baile como si toda esa alegría ya no le perteneciera, creo yo que no es la creación de un mito a partir de un sucedido, sino un arquetipo,  un reverso irónico y macabro del motivo del "carpe diem", y finalmente un aviso a todos los bailarines, de diversas destrezas, sobre que algún día habrá un último vals, o incluso un último tango.

sábado, 5 de marzo de 2011

Televisión del pasado


Escrito por Francisco García Pavón (1919-1989). Publicado en 1967 en su libro de relatos "La guerra de los mil años".

Se puede encontrar también en la Antología de Literatura Fantástica española, en Valdemar. El escritor manchego, más conocido por sus novelas policiacas, se aproximó a una fantasía científica o futurista en este libro, eso si, anticipación "sui generis". El par de relatos que para mí son auténticamente buenos participan más del relato de fantasmas, aunque también muy particular. Sin embargo, al comenzar a leer este cuento, con su prosa funcional y seca y su premisa de inicio: la posibilidad de captar las imágenes del pasado, hacen presagiar que este es un relato de anticipación científica, como "Luz de otros días"  la novela sobre el mismo tema de Clarke y Baxter. Pero no hay tal cosa; la novela de los británicos se basaba en la física cuántica, el relato del manchego en una fantasía quijotesca de vuelta al pasado, en donde la retrotelevisión funciona como retablo de Maese Pedro, o tinglado que demuestra nuestra locura.
Luego, hacia el final del relato, la prosa se enriquece, se hace dúctil y bella, envolvente, sin llegar al barroquismo que deforma otros cuentos de García Pavón. Este cambio de estilo no es fortuito; cuando la retrotelevisión comienza a exhibir imágenes de tiempos pasados, la lengua literaria del cuento también adopta los viejos ritmos, recupera la fruición y el calor de la palabra. Esto me parece un gran hallazgo.

El relato no es sin embargo tan solo un ejercicio formal en literatura fantástica; es también una mirada asombrada al pasado, en donde se mantiene la tesis, que podrá parecer peregrina, pero que yo comparto, que los hombres de hace siglo y medio (un siglo cuando escribio este cuento Don Francisco) eran esencialmente distintos a nosotros en lo que podríamos llamar el ritmo, la plástica de sus movimientos, la armonía de sus gestos. En unos párrafos magistrales García Pavón describe un baile de la época romántica como quien describe arcanas ceremonias de civilizaciones perdidas o ignotos procederes extraterrestres.

El enigmático final parece sugerir que el desprecio que sentimos por el pasado, este nos lo devuelve. O nos lo devolvió,  puesto que quizás sea aquí más pertinente el preterito.

Otra obra maestra olvidada de poesía y enigma.

viernes, 4 de marzo de 2011

El amigo difunto



Escrito por Antonio de Torquemada (1507?-1569). Es un fragmento del libro "Jardín de flores curiosas" (Salmanca, 1570). Lo he leído en la "Antología española de literatura fantástica" de Alejo Martínez Martín, Editorial Valdemar.
Está disponible en la red, en la siguiente dirección:


Como la obra no está dividida en capítulos a la usanza moderna, simplemente teclear en el buscador del pdf  "Cumas" y en ese párrafo comienza el cuento.

El fragmento, como tal, no tiene título y el del amigo difunto es sin duda elección del antólogo de la edición Valdemar. Se le podría haber llamado perfectamente "fantasma sale del armario" o "lo siento, pero a mi me gustan las mujeres, y si me apuran, los seres vivos". Dentro de la tipología fantasmal, este ser frío que se desnuda, se introduce en la cama y pretende abrazar a su víctima, no deja de parecerme inusual. Parece expresar una clara intencionalidad sexual, para colmo de carácter homoerótico. A mi, hasta la referencia al pie del fantasma me parece sospechosa, una especie de simbolismo freudiano en que una parte del cuerpo sustituye a otra.



¿Señor Freud, señor Freud, cuantos símbolos fálicos hay en este grabado antiguo? Yo he contado multitud.

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