sábado, 7 de enero de 2012

Con los ojos cerrados



Escrito por Reinaldo Arenas, uno de los relatos incluidos en la colección del mismo título que el autor cubano sacó a la luz en Montevideo (1972).

Curioso relato en primera persona, con supuesta voz infantil, que no es lo más conseguido de la historia. Un niño de ocho años yo entiendo que no narraría así. Por otra parte eso tampoco sería la solución, buscar un niño para que ejerza de negro. El secreto está en escribir de tal manera que el lector se crea, durante la lectura, que es un niño el que habla, y que a la vez sea interesante (es decir, eso implica no escribirlo como lo escribiría un niño real). Debe ser algo bastante difícil, y Arenas de hecho ni lo intenta. Quien tenía el secreto de ser niña y adulta a la vez era Ana María Matute y lo usa a la perfección en alguno de sus cuentos.

Aparte de eso, el relato trata un tema poco transitado en las letras hispánicas: el viaje a otra dimensión paralela, y lo hace con sencillez y talento y... ¡eficacia subversiva! Este relato muestra, en mi opinión, un mundo mejor donde o la revolución comunista no ha triunfado en la isla, o la revolución que ha triunfado en la isla no es comunista. La rata de agua podría simbolizar el drama de los balseros, y las ancianas mendigas que en el mundo alternativo son pasteleras, el levantamiento de la prohibición o  en el mejor de los casos las restricciones formidables que el comunismo impone a la iniciativa económica. Entiendo pues este relato como un uso alegórico de la anécdota fantástica para atacar una situación política. Quizás el fantasioso soy yo, y me dejo llevar por mis prejuicios.

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