Escrito por Serafín Estébanez Calderón (1799-1867). Publicado en 1832 en el número cuatro de la revista "Cartas españolas".
Uno se enfrenta al cuento romántico español con prevención. Los temas, acartonadas leyendas en una edad media de guardarropía. El estilo, efusiones, ayes y epítetos que sin duda emocionaban en la época pero que ahora suenan de una falsedad apabullante. Pero tiene que haber excepciones. Yo ya he encontrado una. En esta breve joya del relato romántico "el solitario", pues tal era el seudónimo de nuestro escritor, renunció para bien a su estilo recargado y gongorino y narró con admirable tersura y economía una historia sobre los tesoros ocultos de la Alhambra, sobre los que tanto se ha soñado y jamás encontrado. Relato fantástico de pura cepa, ambientado en el ambiente contemporáneo de la Granada del romanticismo y en donde lo misterioso y sobrenatural se narra con sencillez, sin aspavientos, con la pureza primigenia ante los enigmas que se encuentra en Las Mil Noches y Una Noche.
Ayuda sin duda en su fascinación sobre mí el hecho de que yo conozca la carrera del Darro y el bosque de la Alhambra, que no deben haber cambiado excesivamente en los últimos doscientos años, al menos en comparación con otros parajes. Es fácil poblar esas imágenes que hay mi mente con caballeros de levita y sombrero de copa, con pañuelo de seda al cuello.
Que otros tesoros, ya no de la Alhambra, sino de la prosa en castellano, deben estar escondidos para aquel que desafíe el espeso manto del olvido y de la ignorancia de nuestra literatura fantástica.
Se puede encontrar en la Antología del Cuento Romántico, Biblioteca Nueva, Madrid 2008.
1 comentario:
Manuel recojo tu propuesta y la leo con agrado. Un mundo de leyendas románticas emparentado con el gran Washington Irving.
Mi lectura procede de una pequeña joya que encontré en un mercadillo, se trata de "El castillo del espectro" en lujosa edición de Círculo de Lectores y que recoge unos cuantos de los relatos que presentas por aquí y otros no menos extraordinarios, con un interesante prólogo de David Roas. Sigo atento a tus propuestas. Un saludo.
Publicar un comentario