sábado, 30 de abril de 2011

El pez ateo de tus sagradas olas


Escrito por Gonzalo Arango (1931-1976). El cuento es parte de Prosas para leer en la silla eléctrica (1965). Leído en Cuentos y relatos de la literatura colombiana, selección de Luz Mary Giraldo, Fondo de Cultura Económica.

Prosa poética, entusiasta, dionisiaca, de tono profético, borracha de imágenes y de atrevidas metáforas... Perfecta receta para hacer el ridículo más espantoso. Sin embargo Arango era un poeta genuino, un hombre que escribía con el corazón en la mano, y a los que pudimos observar su viscera generosa (basta leer este cuento) vimos que latía con otros ritmos a los del común de los mortales.

La gran prosa de un niño grande enamorado de las imágenes o mejor, de su poder de suscitar imágenes, ingenuo y primordial. No se hace el primitivo, sino que consigue serlo por la alquimia del verbo. (Otra cosa es el Arango persona, que era evidentemente un hombre complejo como la mayor parte de los escritores).

¿Es el relato una alegoría del transcurrir vital del propio Arango, de su huída del desastre en búsqueda de un misticismo panteista? Desconozco todo de este autor salvo este cuento y algunas apresuradas lecturas en la red sobre lo que significó el "nadaismo". Así que lo mejor es ceñirme al relato.

Ocurre en un lugar imaginario, Leteo, ciudad que ostenta el nombre de un río de la mitología griega cuyas aguas proporcionaban el olvido. Esa Leteo productora de olvido (olvido quizás de lo realmente importante, la naturaleza y la vida primigenia) va a ser destruida. Las ruinas parecen sugerir un poco lo que se nos ha contado lo que era Hiroshima tras la explosión: un lugar de absoluta desolación y aún más, de absoluta incomprensión, perplejidad atomico-terminal.
Aún así la ciudad parece querer encadenar al narrador en agotadoras labores de ayuda a los moribundos, a los enterrados, que él, con egoismo de bestia sana, va a rechazar.
El final sin embargo nos muestra con ambiguedad que quizás el abandono en los sentidos no sea tampoco la panacea frente a los dolores del mundo.
Un gran relato simbolista que en manos de un Galeano hubiera atufado a poesía de hojalata de producción sostenible y comercio justo, pero que en la voz vigorosa y atónita de Gonzalo Arango tiene el enigma añadido por los siglos de muchos textos antiquísimos, desde el Antiguo Testamento al Gilgamesh. Aquí el escritor buceó en su incomprensión ancestral y siempre renovada para mostrar la imposibilidad absoluta de escoger un camino sin añorar el que se declinó.

jueves, 28 de abril de 2011

La nueva prehistoria



Escrito por René Rebetez (1933-2000). Es parte del libro "Ellos lo llaman amanecer y otros relatos", Bogotá 1996. Lo he leído en "Cuentos y relatos de la literatura colombiana", tomo II, selección de Luz Mary Giraldo, publicado por el Foro de Cultura Económica, Bogotá 2005.

La idea básica de este relato es la fusión de grupos de seres humanos en un nuevo individuo de origen colectivo. Este tema no es una invención del autor colombiano (pero que difícil, por no decir imposible, es trazar la primera ocurrencia de una idea); aparece con otros matices por ejemplo en la novela de fantasía científica de Rosny Aîne "La fuerza misteriosa". Sin embargo, lo que en el autor belga buscaba suscitar la sensación de maravilla, aderezada con algunos toques de fino humor, en el cuento del cundinamarqués busca el asco y el horror ante la supresión de la individualidad. Esta nausea específica ante el triunfo de lo colectivo solo recuerdo haberlo sentido con tanta fuerza con la lectura de "Un mundo feliz" de Huxley.

Estamos ante una alegoría evidente, un cuento de formidable poder, sencillo en su horror sobre la sustitución del ser humano por otra cosa, que es más y menos que humana, nunca reconocible. Rebatez, como otros antes y después que él parece apuntar al poder destructivo de la sociedad de masas sobre la conciencia individual.

sábado, 9 de abril de 2011

Los espías



Escrito por Manuel Mujica Lainez (1910-1984). Es parte del libro de relatos "El brazalete y otros cuentos" del año 1978.

Inquietante historia de apariciones alienígenas en donde Mujica Lainez aborda un tema de serie b con su gran prosa de serie a. Presenta puntos de contacto con otra obra, en este caso cinematográfica, del mismo año, "Invasion of the body snatchers", la versión de Phillip Kaufman, que es, a mi gusto, la mejor. También percibo, sin duda exhuberancia imaginativa por mi parte, la influencia de la obra pictórica del colombiano Botero.

Cuento más sencillo, menos abierto a interpretaciones que la mayoría de los que ya han aparecido en esta página, es un espléndido ejemplo de que un tema, por manido que esté, adquiere dignidad literaria si se pone a su servicio una prosa de plenitud expresiva y una imagen poderosa y central. Como relato directo que es, solo queda por tanto leerlo y disfrutar.




No, no son de este mundo. Ni siquiera el gato.





domingo, 3 de abril de 2011

La casa de los duendes


Es un fragmento escrito por Diego Torres de Villarroel (1694-1770), extraido de su autobiografía, titulada Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres y Villarroel, catedrático de prima de matemáticas en la Universidad de Salamanca, escrita por él mismo  (1742). Estamos hablando de una de las escenas más citadas de una de las autobiografías más importantes de la literatura española; es decir, un texto practicamente desconocido hoy en día.

¿Es esto literatura fantástica o la narración de un evento que ocurrió a Torres de Villarroel cuando intentó descubrir quien estaba detras de los ruidos y golpes que se oían en una casa encantada, a petición de la dueña, la condesa de Arcos? Pues depende de la credulidad del lector. El autor salmantino lo presenta como real, puesto que es parte de su autobiografía. Para mí, que ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor, que es mi sed de historias de lo maravilloso y lo sobrenatural, es solo un gran texto de lo fantástico al que quizás (o quizás no) acontezca la gracia de ser la pura verdad.

Como relato de fantasmas verosimil es un prodigio. Hay una mesura, una moderación en los fenómenos que ocurren, que ayuda a la suspensión de la incredulidad. Hay preciosos apuntes del natural, que si no fueron vividos, lo parecen mucho, como la aglomeración de criados aterrorizados durmiendo todos en el salón, pese a la incomodidad, con tal de no estar solos oyendo los ruidos fantasmales en sus estancias. La actuación de Torres de Villarroel durante los acontecimientos se presenta también llena de verosimiltud; armado de un espadón oxidado y quijotesco y también de la convicción de que ahí había "gato encerrado" al principio el astrólogo actúa serenamente, hasta caer luego en un terror abyecto narrado con rasgos de gran comicidad.

La casona de la condesa de Arcos se elevaba en algún lugar de la calle Fuencarral de esta villa y corte de Madrid; pero no he podido saber exactamente donde.

Este texto es también una muestra de castellano del barroco en su modalidad más sencilla y popular, más liberada de tropos y figuras retóricas varias, y más trufado de grandes hallazgos expresivos.

Se puede leer en la Vida, en concreto en su trozo tercero, o en la antología Valdemar de literatura fantástica española.



Los señores que (ahora sabemos) motivaron "la insoportable confusión y tumultuosa angustia" a la que se enfrentó valientemente nuestro astrólogo, llegando al final a la conclusión de que "la solicitud necia de tan escondido portento (...) ya no era buscar desengaño, sino desesperaciones".
Grabado de otro gran dieciochesco, Francisco de Goya.

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