Literatura fantástica en castellano. Cuando oyes voces en la torre solitaria, las entiendes sin problema alguno.
domingo, 26 de febrero de 2012
La beata del callejón
Escrito por Artemio del Valle-Arizpe. Es uno de los cuentos contenidos en su libro de relatos "Historias de vivos y muertos" publicado en 1936. Lo tengo en una edición española de ese mismo año, de la editorial "Biblioteca Nueva" de Madrid.
Era Don Artemio un hidalgo caballero... Así se me aparece como adecuado comenzar esta reseña. Este interesante escritor mexicano, cronista de su capital, vivió para el pasado, y en cierto grado, y en la medida que es posible, escogió vivir en un México anterior a su nacimiento. Así de los pasados de su nación escogió el largo periodo virreinal para ubicar temporalmente sus preciosos cuentos, estampas primorosas del antaño. Rebuscó en los viejos libros y vistió capa española, como se usaba. Su capacidad de evocación es formidable. Don Artemio, como se dijo también del gran historiador francés Lenotre, "veía" el pasado. Su prosa es jugosa y trufada de vocablos arcaicos; su fraseo, de otros tiempos, muestra a las claras la influencia de la gran prosa clásica castellana.
Nuestro escritor amaba lo sobrenatural. En primer lugar lo sobrenatural cristiano. Sus relatos, no solo en el volumen que nos ocupa, sino también en el otro que conozco, "Cuentos del México antiguo", están plagados de milagros. Sus milagros son de una plasticidad asombrosa; son milagros que se ven, que se huelen, que se sienten, y en la mayoría de los casos, no siempre, provocan el horror a alguno de los personajes. La voluntad de Dios como fuente de terror.
Otras veces Don Artemio tocó temas tradicionales de la literatura fantástica, sea el fantasma o la sombra. En estos cuentos se nota más el defecto principal de Valle-Arizpe; una falta de imaginación relativa, que le impidió, al menos en las varias decenas de cuentos que le he leído, no caer en cierta reiteración. Tiene algún relato soberbio y pleno de invención como "Las flores del pino", pero no es propiamente fantástico, sino milagrero. Lo que no se puede negar es su prodigiosa capacidad evocadora, de revivir los fantasmas del pasado de un modo casi sensorial.
El que nos ocupa es de sus mejores cuentos fantasmales, pues toma un personaje central del imaginario popular mexicano, la llorona, y lo traviste ligeramente, convirtiéndola en la "beata del callejón". El relato no presenta una trama absorbente, y en su sencillez, es casi un modelo del tipo básico de relato fantasmal, el que se ciñe y se limita al encuentro. Lo que lo hace que lo incluya en mi colección de relatos es en primer lugar la extraordinaria imaginación visual que aquí se demuestra. La llorona beata de Valle-Arizpe es una presencia aterradora, pero que no parece tener ya nada de humano. El lloro, el gemido es en esta nueva entidad un remedo obsceno emitido por alguien que ya no es alguien, sino algo. El más allá se ha convertido en esta soberbia descripción no en una simple indicación geográfica, "lo que hay más allá de la muerte" sino en algo ajeno, con el cual la comunicación es imposible.
Eso en el aspecto descriptivo o plástico si se quiere. En el plano de las ideas el escritor mexicano se manifiesta quizás en este relato menos pío y devoto que en otros. El dolor de la llorona, parece sugerir el autor, sería el dolor por una vida desperdiciada en una vida enclaustrada, de privaciones y sacrificios. Por cierto este sentimiento pavoroso de haber desperdiciado la vida se me ha contado al menos en dos ocasiones por personas del medio hospitalario que asalta con relativa frecuencia y lucidez desesperada a algunos moribundos.
La escultura funeraria que da lugar a que cierta tumba sita en en el panteón de Dolores, en Jerez, estado de Zacatecas, se llame popularmente "la tumba de la llorona".
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