"Aquel inmenso valle se abre desde las vertientes orientales del Cofre de Perote hasta el Atlántico que, como una cinta azul celeste muy baja, forma en los días claros y serenos la última lontananza del cuadro"
Escrito por José María Roa Bárcena (1827-1908). Es uno de los relatos incluidos en "Noche al raso (manuscrito hallado entre papeles viejos)" (1870).
El tema de los fantasmas a caballo es de mucha tradición. En este relato Roa Bárcena traza lo más parecido a "The Legend of Sleepy Hollow (1820)" con lo que me haya topado hasta ahora en las literaturas hispánicas. Ocurre en Veracruz, estado natal del autor, entre rancheros. Con cierta ingenuidad para el gusto moderno, sin llegar a la altura del gran cuento "Lanchitas" (ya comentado en esta misma bitácora"), "El hombre del caballo rucio" funciona como un eficaz cuento espectral que tiene dos buenas escenas: el anonadamiento de Don Encarnación por el fantasma del hidalgo y la persecución ecuestre del rucio fantasmal por el valeroso mallorquín y su équido "Enaguas blancas". (Es quizás curioso que en un relato tan enraizado en la realidad rural mexicana como este tanto el fantasma como su más corajudo perseguidor sean gachupines).
Lo he leído en "Relatos" de José María Roa Bárcena, Ediciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1955, bonito ejemplar en rústica que contiene junto a "Noche al raso" y "Lanchitas" otros textos que no atañen al objeto de esta bitácora.
Don José María en borrosa foto de sus últimos tiempos, en apariencia. El escritor aprendió latín a partir de los sesenta años y se despidió del mundo y de la literatura con traducciones de los clásicos latinos, demostrando, con tal hazaña de la voluntad (aunque sin duda intervino también, poderoso, el principio del placer) lo que había demostrado otras veces; su condición de hombre de una pieza.